Durante
algunas horas soñé que era un gato. Me desperté a medianoche por el ruido de
una tormenta lejana. Salí de mi choza y miré al cielo, allí estaba ella, mi
obra estelar. Pero a su lado había algo, era la Luna. Redonda y brillante. En
un parpadeo surgió un rostro amable en su piel rocosa, parecía la cara de una
anciana, los cráteres eran sus arrugas. El rostro me habló, me dio las gracias
por embellecer el cielo. A cambio, me dijo, te recompensaré con un deseo.
Quiero ver a mi amada, le contesté. Sea así, me respondió.
Yo
estaba en la oscuridad de la noche… la luz de la luna comenzó a tocar mi
piel…sentí una extraña sensación. Cuando la luz me dejó y volví a la oscuridad
era un gato negro. Gracias, Luna. Salté ágil y rápidamente el muro del jardín
de mi hogar y me dirigí a la choza de mi amor. Un perro me ladró mientras cruzaba
lo alto del muro de la herrería. Cerca del mercado, animales nocturnos se
escondían a mi paso. Poco tiempo después llegue al hogar de mi amada. Pasé con cuidado
bajo la ventana de sus padres y sigilosamente me acerqué a la suya. Salte y me interné
en su habitación, como un ladrón. Pero la ladrona era ella, que me había robado
el corazón. Antes de caer al suelo, había vuelto a convertirme en humano.
Me
acerqué a donde ella dormía, su respiración era acompasada. Me tumbé a su lado
y la olí. Adoro su olor. La besé en los labios, ella se despertó. Creía que era
un sueño, me dijo.
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