sábado, 22 de septiembre de 2012

TURQUESA (1ª Parte)


Siento el agua golpeando mi piel… me toca, huye y me vuelve a tocar. Apenas me siento con fuerzas. Mi cara se hunde en un mar de arena, estoy en una playa. Comienzo a recordar la tormenta, el barco, los gritos, el silencio… Poco a poco intento abrir los ojos y precisar mi visión, este mínimo esfuerzo me resulta agotador. Según voy recuperando fuerzas, me permito realizar más movimientos, giro mi cuerpo y siento el sol golpeándome. Su calor es poderoso y su efecto en mí, desmoralizante. Vuelvo mi cabeza hacia un lado, solo puedo ver costa, arena y una selva frondosa que empieza a formarse a unos metros de la playa. Salpicando la arena hay restos del barco en el que viajaba hasta hace bien poco, sería una buena idea ver si encuentro algo de provecho allí. Poco a poco levanto mi espalda de la arena. Estoy sentado en la orilla, la marea me golpea las piernas, llenas de heridas, así como el resto de mi cuerpo. Al frente solo veo mar. Algunas aves pasan volando cerca de mi cabeza. Por el sonido que hacen pienso que se burlan de algo, seguramente sea del aspecto que tengo.

En los restos del naufragio no encontré nada relevante. Quizás tenga más suerte en la selva. Siento mucha sed, mis labios están secos. Y el hambre… qué decir del hambre. Con paso poco elegante me dirijo a los primeros árboles. Cuando llevo recorrido algunos metros de selva, me encuentro rodeado de un mar verde, se escuchan miles de sonidos distintos. Aves de variados colores pasan volando muy alto. Insectos que nunca he visto en mi vida se acercan a mis doloridos pies. Pero hay un sonido que me revive el ánimo, suena a… ¡agua!, ¿un río, un lago? Las ideas se agolpan en mi mente, mientras corro entre los árboles evitando caerme e intentando orientarme. De repente el sol me golpea el rostro, durante unos segundos estoy ciego. Cuando consigo recomponer mi vista, ante mí hay un manantial y una pequeña cascada que lo nutre. Corriendo como nunca he corrido en mi vida me lanzo a la orilla. El agua está fría. Doy vueltas de placer en el manantial y bebo, bebo mucha agua. La suerte vuelve a estar conmigo, ya no estoy sediento. Pasa un buen rato, me siento en la orilla, encima de una piedra. Recupero un poco el aliento.

Es una ilusión mía o me parece haber visto algo moverse en el agua. Intento precisar la vista. Durante unos segundos guardo silencio. ¡Ahí está! Algo ha salpicado de nuevo. Me levanto y me yergo sobre la piedra. Bajo la superficie del manantial una sombra se acerca a donde yo estoy. A pocos metros de mí, la forma comienza a surgir del agua. Soy incapaz de pensar mientras florece del agua la figura, es una mujer, demasiado bella, una diosa quizás, su piel comienza siendo turquesa, pero según asciende y se aleja del agua, se vuelve blanca. Termina su ascensión, sus pies quedan levemente por encima del agua, como si flotara. Es mucho más alta que yo. No habla. Tras la impresión inicial, ahora comienzo a ser capaz de verla con claridad. Su pelo es rojo, como el fuego. Sus ojos permanecen cerrados. Las facciones de su rostro son delicadas, sus labios muy finos. Su cuello es largo y delgado. Sus pechos me recuerdan a las manzanas, su piel es clara, aunque sus pezones tienen un color muy oscuro. En su tripa hay una serie de tatuajes, son signos que desconozco. La parte inferior de su cuerpo me recuerda a un instrumento que tocaba un tripulante del barco, una guitarra. Finalmente, sus pies tan cerca de la superficie del agua es la única parte de su cuerpo que ha quedado color turquesa. Permanecemos una eternidad así, uno frente al otro. De repente se acerca un poco más y una de sus manos se acerca a mi rostro.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

DURANTE ALGUNAS HORAS...


Durante algunas horas soñé que era un gato. Me desperté a medianoche por el ruido de una tormenta lejana. Salí de mi choza y miré al cielo, allí estaba ella, mi obra estelar. Pero a su lado había algo, era la Luna. Redonda y brillante. En un parpadeo surgió un rostro amable en su piel rocosa, parecía la cara de una anciana, los cráteres eran sus arrugas. El rostro me habló, me dio las gracias por embellecer el cielo. A cambio, me dijo, te recompensaré con un deseo. Quiero ver a mi amada, le contesté. Sea así, me respondió.

Yo estaba en la oscuridad de la noche… la luz de la luna comenzó a tocar mi piel…sentí una extraña sensación. Cuando la luz me dejó y volví a la oscuridad era un gato negro. Gracias, Luna. Salté ágil y rápidamente el muro del jardín de mi hogar y me dirigí a la choza de mi amor. Un perro me ladró mientras cruzaba lo alto del muro de la herrería. Cerca del mercado, animales nocturnos se escondían a mi paso. Poco tiempo después  llegue al hogar de mi amada. Pasé con cuidado bajo la ventana de sus padres y sigilosamente me acerqué a la suya. Salte y me interné en su habitación, como un ladrón. Pero la ladrona era ella, que me había robado el corazón. Antes de caer al suelo, había vuelto a convertirme en humano.

Me acerqué a donde ella dormía, su respiración era acompasada. Me tumbé a su lado y la olí. Adoro su olor. La besé en los labios, ella se despertó. Creía que era un sueño, me dijo.

sábado, 8 de septiembre de 2012

MIENTRAS ESTABA TUMBADO...


Mientras estaba tumbado bajo la techumbre de mi hogar, pensaba en ella. Su bonita sonrisa se repetía en mi mente cuando cerraba mis ojos. No conseguía dormir. Salí de mi choza y me tumbé en la hierba mirando al cielo nocturno. Levanté mi brazo y toqué las brillantes estrellas. Me sorprendí cuando logré mover una con mi mano. Algo se me ocurrió.

Estas suaves estrellas serán su rostro, las desplacé por el oscuro lienzo y formé su cara y sus formas con ellas. Estas otras, diminutas y algo brillantes, serán sus pequitas, las espolvoreé por sus mejillas y su nariz. Encontré dos enormes estrellas, brillantes y relucientes, serán sus ojos. Finalmente atrapé varias estrellas fugaces, con mucho esmero logré formar con ellas su espesa y magnífica melena. 

Observé mi obra y me sentí orgulloso. 
Observé mi obra y la reconocí. 
Observé mi obra y me dormí. 
...Ella velaría mis horas más vulnerables.